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Ya pasaron dos, solo faltan otros dos antes de que me toque exponer a mí... quedan 30 minutos de clase, tal vez si Karla tarda tanto tiempo como acostumbra ya no tenga que pasar yo. Siento cómo mis manos sudan, como aumenta mi respiración, parece como si mi corazón quisiera salir de mi pecho... ¡Basta! El psicólogo me dijo que no tengo que concentrarme en los síntomas, necesito respirar... Inhala... uno, dos, tres, cuatro, cinco... Maldita materia, para colmo es la profesora más culera, yo no sé por qué siempre tiene que dejar exposiciones, ¿no puede evaluar con un examen o con un ensayo como el resto? Odio exponer, la última vez me desmayé y no soporté asistir a la escuela durante toda la semana, seguro que mis compañeros todavía se acuerdan, por eso nadie me habla, por eso todos me ignoran, por eso siempre tengo que pasar los descansos leyendo, escribiendo, o dibujando, fingiendo que no me importa que el resto me vea como una cucaracha... — Jorge, tienes ocho, la próxima vez prof
El teléfono suena una, dos, tres, cuatro, cinco, seis... Buzón de voz. De nuevo, nadie responde. – Es la quinta vez que marco y no responde, seguro me odia, debe haberse enojado por lo que dije hace rato, ya no va a querer verme... ¡Qué idiota soy! Siempre arruino todo... Una, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete... Buzón de voz... – ¡Maldita sea! Siempre me pasa lo mismo, ya no puedo más, creí que esta vez iba a ser diferente. ¿Por qué hago todo mal? Yo me esfuerzo, pero siempre termino hartando a todos... Una última vez... No suena ni una vez, va directamente a buzón de voz. – Lo sabía, me odia, me odia tanto como yo me odio... De nuevo hice todo mal. Ahora debo ir a la cama y tratar de no pensar... Qué fácil, no pensar... Ya encontraré qué hacer el resto de la noche, necesito... Necesito una cerveza, necesito un cigarro, necesito dejar de sentir este absurdo vacío... Necesito dejar de llorar. Una hora después, la puerta se abre. – Hola amor, fui a comprar unas cosas y