Ya pasaron dos, solo faltan otros dos antes de que me toque exponer a mí... quedan 30 minutos de clase, tal vez si Karla tarda tanto tiempo como acostumbra ya no tenga que pasar yo. Siento cómo mis manos sudan, como aumenta mi respiración, parece como si mi corazón quisiera salir de mi pecho... ¡Basta! El psicólogo me dijo que no tengo que concentrarme en los síntomas, necesito respirar... Inhala... uno, dos, tres, cuatro, cinco... Maldita materia, para colmo es la profesora más culera, yo no sé por qué siempre tiene que dejar exposiciones, ¿no puede evaluar con un examen o con un ensayo como el resto? Odio exponer, la última vez me desmayé y no soporté asistir a la escuela durante toda la semana, seguro que mis compañeros todavía se acuerdan, por eso nadie me habla, por eso todos me ignoran, por eso siempre tengo que pasar los descansos leyendo, escribiendo, o dibujando, fingiendo que no me importa que el resto me vea como una cucaracha... — Jorge, tienes ocho, la próxima vez prof
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